Siempre te recordaremos, verano… hasta el año que viene

Hola amig@s!

Ya dijimos adiós a la época más querida del año. Sin embargo, hoy decimos adiós al último mes que nos podía hacer sentirnos todavía de vacaciones 😢

Pero como leí hace poco, el conocido escritor Gabriel García Márquez dijo:

No llores porque se acabó, sonríe porque sucedió.

Cuando vayas en el metro yendo hacia el curro/clase de pie, agarrado por la barandilla de arriba, oliendo los sobaquillos de unos y de otros; cuando vayas en el coche, en el atasco que sieeempre se forma en la carretera principal y que hace que siempre te echen la bronca de la mañana por tardón; cuando te estés tomando el tercer café que ya notas que sus efectos son nulos… en esos momentos tan tristes, planta una sonrisa en tu cara. Pero no una falsa. Una de verdad, porque mientras que todos tus compañeros están tratando de entender las matrices o escribir un informe aburrido para tu jefe, tú estarás haciendo eso mientras vuelves a recordar los momentos alucinantes con tus colegas & family este verano. ¿Que no me creéis?

Pues aquí va una historia:

Una pequeña e indefensa niña va feliz, con su uniforme escolar de faldita con tablas, un polo planchadito… arreglada. Parece una niña buena y todo. Va a coger el autobús escolar que para a siete minutos de su casa. En eso, cuando está bajando la última cuesta, ve el autobús. Pasando como una flecha. Ahora, esta niña se convierte en un fiero jabalí que va apartando a codazos a todo quisque durante las próximas dos manzanas de la calle siguiendo al autobús. Da igual. La han abandonado a las 8:05 de la mañana en la fría calle. Cansada, extremaaaaadamente cansada (imaginaos, el deporte no es mi fuerte y añadidle una mochila a la espalda que pesa la mitad que yo), se dispone a ir a esperar a una parada de autobús para, al menos, ir en transporte público. En eso, ve que el autobús se acerca por un extremo de la calle. La niña suspira de tranquilidad. Y de repente, la niña cae en la cuenta: «¿Tengo el abono cargado? ¡No! Bueno, pues por esta vez pago un billete…» y cuando abre la mochila… ¡Tachán! La cartera está en casa. Total, la niña vuelve a su casa corriendo de nuevo. Son las 8:25. Quedan 50 minutos para que empiecen las clases. Llega a casa, coge la cartera, y… no hay dinero. El dinero del abono se lo suele dar su madre, y ella se ha ido a trabajar. La niña echa mano de su hucha. ¡Justo! Se va corriendo. Sube la cuesta en tres minutos, corre al metro más cercano, recarga el abono. Son las 8:55. Quedan 25 minutos para que empiecen las clases. La niña, desesperada, se monta en el transporte público más cercano: el metro. Cercano, pero no lo más sensato: hora punta, transbordos… y no la deja en su destino ni de broma. Su colegio está en otro municipio diferente, en otra zona. Muy lejana. Ya sentada en el metro, ve los minutos pasar. Llega a donde tiene que coger el autobús que la llevará a dónde se encuentra su colegio haciendo un recorrido muy extenso. Y al llegar a la dársena… ha salido uno hace dos minutos; el siguiente sale en 20 minutos. Son las 9:25. Las clases han empezado hace 10 minutos. La llegan mensajes de sus compañeras: «¿Estás mala?», «¿Pero y el examen?», «¿Qué le digo al profesor?». La niña, estresada y preocupada, deja que las lágrimas corran por su cara. Espera sentada en un banco con la mochila entre los pies, el libro del examen en las piernas y la cabeza en otra parte: recuerda la noche en la que estuvieron cenando en la terraza de un amigo, como contaba sus peripecias en un viaje en el extranjero. La niña comienza a reírse. Llega el autobús, lo guarda todo, y entra. Cuando se sienta, sólo saca una cosa: el teléfono. Escribe un mensaje: «Manuel*, no puedes saberlo, pero hoy me has alegrado el día. Ya te contaré. Besos. 😊»

*Se han cambiado los nombres.

Esta historia es absolutamente real, y sinceramente, esta ha sido de las experiencias más estresantes que he vivido en mi corta vida (el examen era importante…), pero estos episodios se repiten varias veces a lo largo de mi semana (no siempre con exámenes a primera…) 😅 Sin embargo, esta además fue la primera vez, y la también la primera vez en la que un recuerdo me ha quitado tanto estrés de encima. En serio. Parece magia, pero es sólo que a veces nuestro cerebro nos compensa en el momento adecuado por lo que sea que hagamos bien 😌 Plain and simple.

Puede parecer una tontería, o puede pareceros un rollo de post, pero sinceramente, para mí, esto me es una ayuda inmensa, y ya sabéis que me gusta compartir las cosas que me son efectivas 😊

Ya sabéis, si estáis estresados o pasando un mal momento, recordar cosas buenas del verano, o cualquier otro momento, la verdad, no puede empeorar la situación, pero sí mejorarla. A lo mejor no el problema en sí, a no ser que estés protagonizando una peli de misterio/ciencia ficción, pero sí la manera en la que vives el problema. Y no dudes en volver a contar con esos amigos que ya te alegraron en su momento. La conversación en la que derivó el mensaje fue muy feliz, sooo… Nunca lo sabrás si no lo intentas 😉

¿Os ha pasado esto alguna vez? ¿Alguna vez un recuerdo os ha hecho sentiros completamente diferentes? No dudéis en compartirlo en los comentarios, y espero que os haya gustado el post. Me encanta contaros anécdotas de este estilo, ¿y a vosotros? Un besito, y deseando poder leeros.

PD: Ays! Se me olvidaba! Aquí va el cartelito de la bienvenida a ¡Octubre! 😁

Octubre 2017

Me hace mucha ilusión saber si os ha gustado o qué opináis en cuanto a lo que escribo, y valoraré y responderé todos aquellos comentarios que pongáis. Muchas gracias, con vuestros comentarios, ¡sois una parte muy importante!